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“China es el nuevo inversor internacional”

Según el especialista, se viene una segunda etapa en las relaciones comerciales con el gigante asiático. “Además de vender soja, se puede exportar servicios como el educativo”, asegura.

Después de recibir 80.000 millones de dólares anuales en inversiones extranjeras y de convertirse en la segunda economía luego de Estados Unidos, China pasó a convertirse en uno de los inversores internacionales más importantes y América latina en uno de los principales receptores de estos fondos.

De esta manera, Jorge Malena, coordinador académico de la Tecnicatura de Estudios sobre China Contemporánea de la Universidad del Salvador, explica esta segunda etapa en las relaciones comerciales con el gigante asiático, que no pasará simplemente por la compra y venta de productos, sino por una alianza de negocios que requiere el aprendizaje de su cultura milenaria.

Este catedrático de 45 años nacido Córdoba, pasó por esta ciudad para disertar sobre “China: pensamiento y acción”, en el marco de un evento organizado por la Universidad Empresarial Siglo 21.

“Pese a todas las circunstancias políticas y sus avatares, en China sigue presente el pensamiento de Confucio, Lao Tse o Sun Tzu. Su civilización se remonta a cuatro siglos atrás y aun bajo la forma de imperio, república o régimen comunista, sigue siendo China”, asegura.

La tradición en los negocios

Para el especialista, que ha acompañado a varias delegaciones empresarias argentinas a China, esta herencia cultural está presente a la hora de hacer negocios.

“El sentido de grupo que tienen confronta con nuestro individualismo. Cuando llegan delegaciones de empresarios argentinos a China, cada ejecutivo quiere destacar su protagonismo desarrollando una agenda propia. Entre los chinos, cuando forman parte de un grupo, quien toma la palabra es el máximo responsable; antes de saludar, entregan su tarjeta para que el interlocutor conozca quién es el que toma las decisiones. Las tarjetas que reciben de una delegación, las ordenan en forma jerárquica para saber con quién tienen que hablar primero”, indica.

Al respecto, resalta que los empresarios chinos cuestionan el “estilo” argentino, que nos caracteriza por ser poco prolijos y desordenados, por la informalidad y la creatividad para actuar en encuentros de negocios.

“Cuando un empresario llega a China para hacer un negocio, lo más probable es que su contraparte, primero, lo invite a hacer turismo para que conozca la ciudad o también a un banquete; después lo invite a recorrer la planta y al tercer día comience a hablar del negocio, partiendo de lo general hacia lo particular. Esto es así para presentar el contexto en el que va a tener lugar el negocio; si se está de acuerdo, se procede a hablar de la operación”, recalca.

En este sentido, destaca que la “ansiedad” termina “jugando en contra” de los intereses del empresario argentino, que expone sus cartas sobre la mesa “de entrada” y le entrega la información previa a su contraparte china. “Al chino le interesa conocer el perfil de la contraparte, sobre todo cuando su socio está al otro lado del mundo; quiere cultivar una relación personal, ya que para ellos el negocio se basa en la confianza”, asegura.

Momentos de conflictividad

El conflicto desatado entre Argentina y China tiene, para Malena, múltiples aristas donde se entrecruzan decisiones que tomó el gobierno argentino y realidades de la economía china.

“China no sólo subsidia la producción sino además tiene una fuerza laboral muy barata porque en ese país sobra la mano de obra. Como el gobierno argentino busca proteger la industria argentina, pone barreras a la importación, tras considerar que incurre en prácticas desleales. Lo que sucede es que en 2004, Argentina le reconoció el estatus de economía de mercado, lo que implica que teóricamente China no debería estar incurriendo en prácticas desleales; esta decisión no fue lo más oportuna”, advierte.

Para el catedrático, una vez que ingresó en la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2002, China se comprometió a dejar estas prácticas desleales, cosa que no cumplió. Con esto, reflexiona, no sólo Argentina actuó en forma inoportuna, sino también la OMC.

“Hoy China tiene fricciones no solamente con Argentina, sino también con otros países como Estados Unidos por esta invasión de productos chinos baratos. Los chinos dicen que si hay un mutuo reconocimiento a la economía de mercado, no se les puede aplicar barreras y sanciones a los productos chinos, pero ante los subsidios y el bajo precio de la mano de obra, es natural que Argentina y otros países apliquen sanciones a sus productos”, indica.

En este sentido, Malena opina que la oportunidad para Argentina pasa por aprovechar lo que se llaman las “comisiones mixtas”, como las de cooperaciones económicas, para solucionar las controversias comerciales a través de vías técnicas: “El conflicto con el aceite de soja no se canalizó por los canales técnicos; cuando comienza la escalada de acusaciones mutuas, resulta difícil ponerle freno y volver hacia atrás”.

Un aspecto para hacer valer la posición argentina es la complementariedad de ambas economías. Los insumos y los alimentos que ofrece Argentina resultan “cruciales” para China, independientemente de la falta de valor agregado que tienen estos productos. China es el principal importador de carne vacuna, cereales y mineral de hierro, lo que abre un abanico de oportunidades para la producción argentina.

Pero para el especialista, Argentina debería vender algo más que soja. “Hay servicios que el país no sabe exportar. El castellano es uno de los idiomas más hablados en el mundo y en China se reconoce como ventaja comparativa individual manejar un segundo idioma extranjero, por lo que además del inglés es posible dar difusión al castellano. Se puede traer alumnos chinos para que vengan a estudiar al país; las familias chinas ahorran para la educación de sus hijos, son concientes de que profesionalmente tendrán una ventaja si sus hijos estudian en el extranjero y ese servicio se puede ‘vender’ a precio dólar”, opina.

De la misma manera, sucede con algunos alimentos, como la garra del pollo, que en Argentina no se consume, pero que en China es un manjar que se come frito en la calle. “Lo más importante es hacer estudios de mercado y conocer cuáles son los gustos y las características de la cultura china”.

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