La figura del contenedor arriba del barco, como lo ilustró Mariano Grimaldi (Frigorífico Río Segundo) durante el primer envío de carne congelada con hueso a China, es la mejor definición del desafío exportador. Detrás de esa imagen hay producción y trabajo argentinos, con la consiguiente entrada de divisas genuinas.

El maíz y las carnes son dos estrellas que vuelven a brillar en la balanza comercial. Reportarán este año ingresos por más de ocho mil millones de dólares. Se trata de una porción relevante, como parte de una cosecha de granos histórica, que se ubica en los 147 millones de toneladas, según datos oficiales. Eso representa una mejora de entre cinco mil y seis mil millones de dólares en el valor de la producción primaria respecto de la cosecha de 2018.

Tras los nuevos protocolos y aperturas comerciales en más de un centenar de países compradores (incluido el acuerdo de asociación estratégica Unión Europea-Mercosur), los emprendedores apuestan a que el país se encamine a la estabilidad macroeconómica, como sostén de un rumbo alejado de marchas y contramarchas.

Una porción importante de la torta de las exportaciones totales, que este año subirán un peldaño desde los modestos 61.621 millones de dólares de 2018, provendrá del segmento agroindustrial. Pero la integración de la Argentina al mundo aún tiene mucho por avanzar: entre más de 860 mil empresas, sólo unas 15 mil se dedican a exportar, según cálculos oficiales.

Buenas noticias

Este año, los principales complejos exportadores del agro están dando buenas noticias y dejan atrás el duro impacto económico de la sequía de 2018. Las estrellas de la recuperación están alumbradas, entre otros indicadores, por una cosecha histórica de maíz, conectada también por el salto de las exportaciones de carne –en particular la bovina— y del complejo triguero, que se ha subido, junto con el maíz, a la “revolución de las gramíneas”. Desde 2016, cuando se bajaron las restricciones comerciales y derechos de exportación, ambos cultivos escalaron posiciones y van por más: se proyecta un nuevo avance en el área sembrada y otro salto productivo en el ciclo 2019/2020. De este modo, la canasta agrícola tiende al equilibrio, con el consiguiente be- neficio socioambiental (además del económico).