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El ocaso de Cristina

El ocaso de Cristina

Columna por Walter Giannoni.


Lula tiene 77 años, Cristina Fernández, 69. Cualquiera podría pensar que la dos veces presidenta de la Nación y actual vice, está en condiciones de volver a aspirar a la jefatura de Estado, como lo hizo, el brasileño de quien es amigo personal.

“Junto con Néstor, Cristina y Hugo Chávez hemos sacado más gente de la pobreza que todo el resto de los gobernantes latinoamericanos en la historia”, remarcó alguna vez el líder del PT. Ojo, en aquél ciclo, el del viento de cola para las commodities, fue así.

Por cuerda separada podrá discutirse si era razonable esa distribución sin control del mayor ciclo de bonanza de la región, pero esa es otra cuestión. Solo que después de aquella gesta epicúrea del populismo,  sucedió todo lo que conocemos, con un retroceso notable en las tres naciones y un retorno de la pobreza.

Cristina está de vuelta. Ella, una persona en extremo inteligente, lo sabe. Trata de reconstruirse pero le será difícil, para no decir imposible. A un año de las elecciones presidenciales, todas las encuestas marcan una voluntad firme de la población de cambiar el signo político del Gobierno.

Cristina, inteligente, sabe que la única centralidad –para usar una palabra del Turco Asís– que puede recuperar ya no es la de la sociedad argentina, sino la de su propio espacio. Todas sus notas vocales van para ese lado. Pretende, otra vez, ser la electora que le permita conservar un espacio dentro de la política, para ella y para los suyos.

Dentro de cinco años, cuando tenga 74, se verá si puede seguir los pasos recientes de Lula con más chances que el riesgo de perder los fueros en la elección presidencial de 2023, porque se supone que al próximo Gobierno no le queda otro camino más que el ajuste, si es que no ocurre antes.

Ya no ocupa la centralidad, entre otras cosas porque, como exhibió en su reciente discurso, no tiene soluciones para esta crisis que se adapten al paladar de su sector. Gobernar sin plata, sin dólares, no es lo de ellos. Construyeron una épica tan grande del reparto (y, de paso, el que parte y reparte se queda con la mejor parte) que les resulta imposible salir de esa telaraña.

Cristina y su entorno más próximo apenas toleran el ajuste por inflación que viene aplicando Massa a quien despacharían sin piedad de no ser porque les hace ganar algo de tiempo para evitar una devaluación que colocaría al sueldo medio de la economía en 200 dólares.

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