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El doble estándar con las Pymes

El doble estándar con las Pymes

Columna por Walter Giannoni.


Resulta increíble lo que sucede con las pequeñas y medianas empresas en la Argentina y, quizás lo peor, es que pocos dicen algo. No es algo totalmente nuevo, viene de años, pero puede sostenerse sin temor a equivocaciones que el kircherismo mantiene en forma permanente doble estándar acerca de cómo debe tratar a estas empresas que se caracterizan por ser familiares y de capital nacional.

Ya se lo ha expresado en este mismo espacio hace unas semanas: El programa de Precios Justos es lo más parecido a una extorsión. Massa les asegura dólares a las grandes compañías  para pagar importaciones siempre y cuando mantengan los valores congelados en una serie de productos hasta marzo próximo. Ese “beneficio” no alcanza a las Pyme y, por el contrario, puede convertirse en un empujón a una crisis frente a la pérdida de competencia que implica para todas aquellas que necesitan contar con algún insumo traído del exterior para la elaboración de sus productos.

Pongamos un caso para que se entienda: un fabricante Pyme de alimentos a base de chocolate con esa luz verde otorgada por el Gobierno no tiene ninguna chance de competir contra una multinacional. La lista podría extenderse a infinidad de rubros, alimentos, bebidas, químicos, plásticos, etcétera.

Pero no es la primera vez que el kirchnerismo aplica estas estrategias traídas de los pelos, sin ningún tipo de solvencia técnica y rayanas en la inmoralidad porque implica dar desde el Estado una ventaja a unos sobre otros.

Durante el gobierno anterior de CFK, el “mítico boxeador” a cargo de la Secretaría de Comercio Guillermo Moreno había establecido un control de precios exhaustivo que para lo único que sirvió fue para hundir más Pymes.

Al fijarle un techo de precios a las primeras  sacaba a las Pyme de competencia. Un paquete de fideos de una gran alimentaria valía un cuarto menos que un producto similar hecho por una Pyme. Lo mismo productos de higiene, etcétera.

A esto le sumó ahora la obligatoriedad de pagar un bono salarial cuando todavía están haciendo números para ver cómo afrontan los aumentos de paritarias y el aguinaldo, el estrepitoso salto de las tasas de interés.

De este modo, estas empresas con las que todo el mundo político se llena la boca, quedan cada vez más circunscriptas a un circuito comercial de segunda categoría para poder continuar en actividad. Todo muy difícil como para mirar con optimismo 2023.

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