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China viene por todo, ¿más de lo que se llevaron otros?

China viene por todo, ¿más de lo que se llevaron otros?

Columna por Walter Giannoni.


Pensar la relación de Argentina con China solo en términos de los vínculos que el kirchnerismo supuestamente detenta allá, es un grave error de cálculo. Defender la relación con Beijing como la última salida para la economía argentina, también es una exageración expuesta.

Como dice el investigador Gonzalo Paz, de la Universidad de Georgetown, jamás hay que perder de vista en los análisis que la principal relación comercial del mundo es la que existe entre Estados Unidos y China. En consecuencia, todos los pasos que el gigante presidido por Xi Jinping da  cuentan, de algún modo, con el conocimiento de Washington, aun cuando en ese vínculo existan intereses, como el caso de la  tecnología.

Pero, por otro lado, sería muy ingenuo pensar que la Argentina puede imponerle a China una relación comercial basada solo en sus propias conveniencias, como es la de vender granos o carne. Si uno vende, también debe recibir. El valor de lo que se envía y de lo que llega (soja por celulares) es otro tema.

Es igualmente inmaduro pensar que China “nos viene a salvar”: no le presta ni regala dinero (menos aún dólares) a nadie sin una contraprestación. Ejemplo, China financia la construcción de una mega represa en el sur porque ahí colocará sus equipos en materia de generación hidráulica. Sería un sueño, por ejemplo, que Argentina pudiera financiar los excelentes satélites que fabrica para venderlos a más países. Lamentablemente, no es así.

Ahora bien, el mundo “occidental” tampoco le puede reprochar demasiado a nuestro país por su acercamiento a China. Quienes plantean que China viene a quedarse con un pedazo de territorio deberían reflexionar acerca de que Argentina ha perdido prácticamente todo su dominio sobre el Atlántico Sur a partir de la presencia de Gran Bretaña en las Islas Malvinas, con el apoyo abierto de la Otan. No se trata de un dejo de nostalgia belicista: Londres concesiona áreas petroleras y de pesca pertenecientes a las 200 millas argentinas a empresas de terceros países (incluso algunos muy amigos “culturalmente” hablando, como España).

Argentina tampoco puede reequipar a sus vetustas Fuerzas Armadas con material que contenga algún componente de países amigos o aliados de la Corona. Los viejos Super Étendard comprados para mantener a raya la pesca ilegal en las 200 millas debieron ser descartados por falta de repuestos. ¡Gong!

Como se ve, el diálogo con el mundo no es blanco o negro. Tiene sus complejidades.

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