
Para el Ieral, sin baja de impuestos, no mejorará sustancialmente la exportación argentina
El tipo de cambio real sigue siendo relativamente bajo. Aun si el dólar se estabiliza en el techo de la banda, el tipo de cambio real apenas estaría un 33% por encima del nivel de la convertibilidad. Si se ubica en el piso, quedaría incluso por debajo, advirtió el Ieral-Fundación Mediterránea.
La crisis cambiaria había alcanzado un punto límite. La caída sostenida de las reservas del Banco Central reflejaba la urgencia de un cambio. Desde principios de año, las reservas brutas se redujeron en 7.000 millones de dólares. Las netas descendieron a -10.000 millones, y las líquidas quedaron por debajo de los 6.000 millones. A esto se sumó el endurecimiento del contexto internacional y la necesidad de seguir pagando deuda sin acceso al financiamiento.
El punto de inflexión fue el cambio de rol del Banco Central el 13 de marzo, cuando pasó a ser vendedor neto de divisas. Esa dinámica era insostenible. Frente a este panorama, el Gobierno se vio obligado a anticipar decisiones que probablemente pensaba postergar hasta después de las elecciones de octubre, resumió el Ieral-Fundación Mediterránea, que analizó en un informe la situación en la cual queda el comercio exterior.
Con los nuevos fondos del FMI y otros organismos, el Banco Central recuperó capacidad de intervención. Ahora puede usar esos dólares para estabilizar el mercado si hay presión sobre la cotización. El objetivo inmediato es evitar una corrida y darle previsibilidad al sistema financiero y cambiario.
Uno de los indicadores clave para medir la sostenibilidad de este esquema es el tipo de cambio de convertibilidad, que surge de comparar los pasivos del Banco Central con sus reservas. Antes de los anuncios, ese tipo de cambio superaba los $1.400, lo que indicaba un margen crítico. Tras la inyección de dólares, bajó a poco más de $900, ampliando el margen de maniobra del BCRA.
Sin embargo, esta mejora en la capacidad defensiva no implica una mejora sustancial en la competitividad externa. El tipo de cambio real sigue siendo relativamente bajo. Aun si el dólar se estabiliza en el techo de la banda, el tipo de cambio real apenas estaría un 33% por encima del nivel de la convertibilidad. Si se ubica en el piso, quedaría incluso por debajo.
Esto significa que no habrá un alivio significativo para los sectores exportadores. La producción nacional seguirá enfrentando dificultades de competitividad. El impacto del nuevo esquema cambiario será acotado para el comercio exterior, y los problemas actuales podrían agravarse si no hay reformas estructurales.
En este punto, el gobierno y el acuerdo con el FMI dejan vacíos importantes. No hay anuncios concretos para mejorar la competitividad sistémica. El tipo de cambio seguirá siendo bajo, pero en un entorno de alta presión tributaria, lo que representa un serio obstáculo para el comercio exterior y la inversión.
El acuerdo incluye compromisos de reformas, pero la mayoría están postergados. La reforma tributaria se presentaría recién a fines de 2025, y la previsional, en diciembre de 2026. Mientras tanto, el comercio exterior seguirá operando con retenciones, impuesto al cheque y múltiples regímenes de adelanto, como el SIRCREB.
En comparación con los años ‘90, la presión tributaria sobre el sector productivo aumentó de forma drástica. Los derechos de exportación pasaron del 0,1% al 0,8% del PBI. El impuesto al cheque, que no existía, hoy representa el 1,6%. Ingresos Brutos subió del 1,8% al 4,2%. La carga total subió del 19,8% al 27,8% del PBI.
Por eso, más allá del anclaje cambiario, el problema de fondo sigue siendo la falta de incentivos para producir y exportar. La política cambiaria por sí sola no resolverá la falta de competitividad. Sin una reforma integral del sistema tributario y regulatorio, el comercio exterior seguirá perdiendo terreno.
El FMI prioriza medidas fiscales de corto plazo y estabilidad monetaria, pero deja fuera del radar las condiciones estructurales para exportar más y mejor. El gobierno parece alineado con esa mirada, al menos por ahora. Las medidas anunciadas están más enfocadas en contener la urgencia que en cambiar el rumbo.
El mayor riesgo es que esta nueva etapa sirva apenas para ganar tiempo. Si no se avanza en eliminar distorsiones como las retenciones o el desdoblamiento cambiario, el comercio exterior continuará atrapado. Y si no se reducen los impuestos que castigan las exportaciones, difícilmente se pueda ampliar la base exportadora.
En resumen, el nuevo esquema cambiario busca estabilizar el dólar y contener la crisis, pero no mejora significativamente la competitividad. Para cambiar en serio, se necesitan reformas estructurales que reduzcan la presión impositiva, unifiquen el tipo de cambio y desmantelen las trabas al comercio. Sin eso, la producción seguirá atada a un esquema que desalienta invertir y exportar.