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Argentina, exportador de soja ¿Y de qué otras cosas más?

Argentina, exportador de soja ¿Y de qué otras cosas más?

La noticia sorprendente es que el tercer rubro exportador, detrás de la industria automotriz, corresponde a los servicios basados en el conocimiento.


Por Gustavo Fadda

Especialista en Comercio Exterior.


Argentina alguna vez fue llamado “El granero del mundo” (1880-1930);  éramos la quinta economía del mundo y primer exportador mundial de varios productos. A pocos mercados, pero gran exportador; y en ese mundo teníamos una participación en el comercio global del 2,5 por ciento.

Ha pasado más de un siglo y es por todos conocida la historia de nuestro país: las grandes oportunidades perdidas, la infra participación actual del 0,34 por ciento en el comercio internacional de bienes y del 0,22% en el de intangibles. Y, sin embargo, a pesar de todo lo acontecido, nuestro país sigue siendo una potencia agroalimentaria, mal que les pese a muchos países.

Producimos insumos para alimentos para 400 millones de personas pero potencialmente podemos hacerlo para 1.000 millones, motivo más que suficiente para que Argentina siga perteneciendo a la mesa chica de gobernabilidad mundial conocida con el nombre de G20.

Podemos decir con orgullo que somos los primeros exportadores mundiales de aceite de soja, yerba mate, maní, aceite de maní, jugo de limón; segundo exportador de miel y tercero de sorgo y aceite de girasol; sexto de carne vacuna, limones y aceitunas de mesa; séptimo de trigo y arándanos, noveno exportador mundial de vino.

Ahora bien, y más allá de la excelente perfomance exportadora de los productos citados (salvo el aceite de soja que junto con el resto de productos y subproductos del complejo sojero se llevan casi un 25 por ciento de nuestras exportaciones totales de bienes), la noticia sorprendente es que el tercer rubro exportador de Argentina y detrás de las exportaciones de la industria automotriz, no es ninguno de los productos agropecuarios ni alimentos citados.

Este tercer escalón está ocupado por los intangibles, identificados como “servicios basados en el conocimiento”, con 6.200 millones de dólares en  2019. Dentro de esta categoría se ubican servicios que utilizan tecnología y/o capital humano calificado para aplicarla: servicios empresariales, profesionales y técnicos, servicios jurídicos, contables y de administración; centros de servicios; publicidad e investigación de mercado, arquitectura, ingeniería y servicios técnicos; investigación y desarrollo; colocación de personal, traducción e interpretación, servicios fotográficos, editoriales, inmobiliarios, entre otros.

También se cuentan el software y servicios de informática, servicios personales, audiovisuales y conexos, entre ellos cine, radio, TV, música (producción, descarga, honorarios, licencias de uso), junto a otros SPCR como salud y educación.

Por último, citamos los cargos por uso de derechos de propiedad intelectual, patentes, marcas registradas, derechos de autor, procesos y diseños industriales y los que provienen de I+D o marketing, los cargos por licencias para reproducir y/o distribuir DPI, los incorporados en originales o prototipos producidos (derechos de autor, software, películas, grabaciones), derechos conexos (presentaciones en vivo y transmisiones).

El mundo nos sigue dando oportunidades ya que la tendencia a la intangibilización y tecnologización de la producción nos espera con los brazos abiertos. Solo depende de la propia Argentina.


Esta columna fue publicada en la edición digital de la Revista Container del 23/08/2020.

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