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Convivencia generacional en las organizaciones: ¿Es posible?

Cada generación con su aporte permite que la organización se nutra de una variada gama de valores y particularidades que van dándole forma a un estilo empresarial con visión de futuro.

Tal como en una familia, las personas dentro de una organización se conjugan y conviven en un mismo ámbito laboral, compartiendo oficinas, puestos de trabajo e inclusive los mismos recursos y herramientas para su labor.

Absolutamente en todas las empresas existen distintas generaciones de personas que día a día deben compartir muchas horas de trabajo, donde en muchos casos, también se ponen en evidencia los asuntos personales e individuales.

Es por ello que, en un mismo departamento funcional se manifiesta una diversidad de personas que se diferencian por la generación a la que pertenecen.

Así es que encontramos a un gerente de mantenimiento que tiene tantos años como la organización misma, compartiendo reuniones con el flamante gerente comercial de treinta y cinco años.

Lo mismo sucede en una línea de montaje, en un departamento de sistemas o en un área de liquidación. Distintas generaciones compartiendo un ámbito de trabajo.

Sin embargo, cada grupo tiene características propias, expectativas, valores o modos de actuar que los unifica y diferencia.

Según, diversos especialistas avocados al estudio de las generaciones, podemos afirmar que existen cuatro grupos de personas conviviendo en un gran porcentaje de las organizaciones.

Así nos encontramos con la Generación Tradicional que responde a los mayores de sesenta años, con una fuerte actitud conservadora y respetuosa de las jerarquías, donde el trabajo es el sostén y razón de ser de las personas.

A ellos le siguen los llamados baby boomers, que tienen entre cuarenta y cinco y sesenta años, quienes relacionan el éxito laboral con los logros monetarios.

A éstos últimos se les suman los de la Generación X, los de veintiocho a cuarenta y cuatro años, quienes se caracterizan por su escepticismo y tendencia consumista, buscando en el trabajo su desarrollo profesional y los beneficios extras que la empresa les pueda brindar, integrando así el trabajo y la vida personal.

Finalmente, nos encontramos con la generación Y, los menores de veintiocho años, caracterizados por un fuerte individualismo y falta de pertenencia a las organizaciones. Están marcados a fuego por la tecnología e Internet y buscan el tiempo liberado que les puede ofrecer la empresa.

Estas cuatro generaciones se entrecruzan laboralmente y en ocasiones pueden generar ciertos roses debido a las diferentes inquietudes y valores propios de cada generación.

Muchas veces, los directivos correspondientes a la generación tradicional se equivocan en pensar que los jóvenes de hoy interpretan la realidad como ellos a su edad. Y lo mismo sucede con los jóvenes ejecutivos que piensan que los grupos pertenecientes a la generación tradicional  ya no deberían estar tomando decisiones.

Ambos incurren en el error de interpretar arbitrariamente situaciones generacionales, ya que cada grupo realiza sus aportes a medida. Por ejemplo, las personas de la generación mayor, con su experiencia, madurez y conocimiento, logran enfrentarse a la presión de los problemas y a los vaivenes del mercado laboral y económico.

Los más jóvenes, sin embargo, tiñen con su creatividad, tenacidad y empuje la gestión en la toma de decisiones e innovación.

Los dos estilos son necesarios en las organizaciones, cada uno con su aporte generacional permite que la organización se nutra de una variada gama de valores y particularidades que van dándole forma a un estilo empresarial con visión de futuro.

Asimismo, esta coexistencia de personas es posible por una fuerte cultura comunicacional, basada en el respeto y en el profesionalismo de las personas, donde cada miembro pueda interpretar y entender las diferencias propias de cada generación.

El deber de las organizaciones es que entre todo el personal de la empresa, se busquen aquellos valores comunes a todas las generaciones, en un marco consiente de respeto mutuo y aceptación en pos del logro los objetivos personales y organizacionales.

Bajo esas premisas… es posible pensar lo impensable.

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