
¿Cuál industria argentina está en riesgo por las importaciones?
La reciente conferencia industrial volvió a poner en el eje del debate público la posibilidad de que una ola importadora termine por darle un golpe de gracia a cientos de fábricas. Estas deberían competir en desigualdad de condiciones, afirman, frente a productos, sobre todo de origen chino.
El mundo ha creado una parafernalia de barreras aduaneras para tratar de defenderse de la invasión asiática. La promesa más notable es la de Estados Unidos. Habrá que ver si finalmente se concreta con Donald Trump.
China es un problema no para la Argentina, sino para el mundo entero. Un bien de capital chino, una máquina, por ejemplo, puesto en el puerto de Buenos Aires vale la mitad que el mismo producto traído desde EE.UU. y hecho con mano de obra norteamericana.
Ahora, cuando se habla de industria argentina las lecturas pueden no ser tal lineales y hay mucha tela para cortar. En el imaginario, sobreviven heladeras, televisores, electrodomésticos de marcas nacionales que quedarían contra el paredón de fusilamiento si se produce esa apertura. Muchas ya no existen, son simples cambios de packaging.
Lo primero que hay que decir es que la industria argentina como tal son al menos dos países. Podría caracterizarse así: la Industria Argentina de Buenos Aires (IABA) y la Industria Argentina del Interior (IAIN). Dos mundos totalmente diferentes.
La IABA todavía mantiene un fuerte rol de proveedor del mercado interno, en particular aquel que está más próximo a su territorio operativo: Capital Federal y el AMBA. Esa industria le tiene terror a la apertura y al ingreso de importados que, en cualquier caso, no se produciría de inmediato porque para poder traer cosas primero debe haber un mercado que demande. Ya sabemos como está el consumo en la economía real en este instante.
En tanto, la IAIN es más agroindustrial y en provincias no tan agropecuarias se centra en economías regionales –con eje en la alimentación–, es difícil que la competencia externa le impacte, salvo excepciones. Más bien necesitarían acentuar la competitividad global para exportar. Pero, además, las fábricas del interior hace años que ya se reconvirtieron y aún dentro de sus mismos rubros combinan producción local con insumos importados, e inclusive producto terminado. Hay casos de grandes fabricantes cuyo capital se internacionalizó y se mueven con otra cintura en ese contexto.
Sin duda Argentina debe pensar qué hacer con China, pero antes necesita resolver qué hacer con su competitividad, una discusión no solo reservada a industriales.