De Ganancias al estacionamiento medido
Por Walter Giannoni.
“No es suficiente con imaginar un gobierno perfecto e ideal, pues lo que se necesita sobre todo es un gobierno practicable, que impulse medidas de sencilla y segura implementación”, Aristóteles.
Si la situación de Argentina era de por sí un desafío difícil de sobrellevar para la política autóctona, la pandemia complicó más las cosas.
En casi todos los niveles de la gestión pública (hay excepciones) aparecen por estos días actitudes que resultan complejas de interpretar para quienes no integran el poder político y que, por el ordenamiento institucional, están sometidos a sus dictados.
Como parte del paquete tradicional que aparece ante cada proceso eleccionario, el Gobierno nacional le dio luz verde a la discusión parlamentaria del impuesto a las Ganancias. Aliviar a la típica clase media argentina siempre es un argumento válido de campaña.
Hay un debate no debidamente resuelto sobre la aplicación de un tributo de esta naturaleza en los salarios. Una escuela rechaza de plano que el salario sea una ganancia, es un medio de vida; otra escuela, sostiene que cualquier actividad que genere un beneficio económico representa en sí misma una ganancia. Y entre medio se cuela una opinión que tiene en cuenta el tamaño de esos salarios: al gerente sí; al operario, no.
Pero aquí resolver ese dilema no le interesa a casi nadie. El Gobierno dispuso disminuir Ganancias y compensar los ingresos transfiriéndole la carga a las empresas, como si la actividad económica estuviera exultante de beneficios económicos. La situación de las grandes alimentarias exime de mayores explicaciones.
Más acá, en Córdoba Capital, el municipio debió retroceder en su intención de cobrar estacionamiento en barrios del macrocentro. Un concejal cordobés propuso, por otro lado, que las grandes superficies comerciales desarmen la oferta de alimentos y bebidas próximas a las cajas de los supermercados bajo el incomprobable argumento de que se protegería así la salud de las personas.
Estos últimos parecen problemas ínfimos comparados con los impuestos, pero están imbuidos por el mismo gen: la idea de que el sector privado, individuos, familias, empresas, pueden seguir transfiriendo o resignando recursos sin solución de continuidad en un país que no crece desde hace varios años y que aún está en un naufragio en pleno desarrollo.