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El acuerdo que nunca llega: la reticencia de los europeos

El acuerdo que nunca llega: la reticencia de los europeos

Francia y otros países europeos ponen como excusa el tema de “la biodiversidad” para no firmar un acuerdo comercial con el Mercosur, pero en realidad no quieren comprar productos que puedan perjudicar a sus agricultores.


Por Carlos Canta Yoy, Asesor del CDA.


El llamado “Acuerdo Marco Interregional de Cooperación entre la Comunidad Europea y sus Estados Miembros y el Mercado Común del Sur y sus Estados Partes”, fue firmado el 15 de diciembre de 1995.

Ha pasado ya mucha agua bajo los puentes y estamos como al principio: no tenemos casi nada y aún hemos perdido hasta la voluntad de integrarnos. El objetivo del Acuerdo (Artículo 2) es el fortalecimiento de las relaciones existentes entre las Partes y la preparación de las condiciones para la creación de una Asociación Interregional. El objetivo en el ámbito comercial (Artículo 4) es el de que “las Partes se comprometen a intensificar sus relaciones con el fin de fomentar el incremento y la diversificación sus intercambios comerciales, preparar la ulterior liberalización progresiva y recíproca de los mismos y promover la creación de condiciones que favorezcan el establecimiento de la Asociación Interregional, teniendo en cuenta la sensibilidad respecto de ciertos productos, de conformidad con la OMC”.

Casi treinta años después de firmado el Acuerdo sería oportuno aconsejar al señor Macron, presidente de Francia actualmente, que se tomara unos minutos para releer el texto que su país firmó y cuyos objetivos no se han alcanzado precisamente por la tenaz oposición de su propio país.

Desde el mismo momento en que se firmó el Acuerdo Marco hubo voces muy escépticas sobre la concreción del mismo. Y el transcurso del tiempo dio la razón a quienes así pensaban. Recordamos al Dr. Roberto Alemann entre los principales descreídos. Modestamente, también el autor de esta nota publicó entonces diversos comentarios en el mismo sentido y lo siguió haciendo durante muchos años.

Hace menos de cinco años, en julio de 2019, el optimismo por la puesta finalmente en marcha de un tratado comercial entre Mercosur y la Unión Europea, renació con fuerza. También en esos momentos hubo escepticismo en unos pocos especialistas. La mayoría creyó ver concretado finalmente el entendimiento. Esto fue confirmado por casi la unanimidad de la prensa oral y escrita. Hasta el gobierno argentino dio a conocer una información oficial titulada “Acuerdo Histórico de Asociación Estratégica Mercosur-Unión Europea” en que se expresaba un desbordante optimismo sobre las ventajas que tendría la Argentina en las renovadas negociaciones.

Nada de eso ocurrió, lamentablemente. Al día de hoy el desaliento ha cundido. En el diario “Clarín” del 30 de marzo del corriente año, página 26, hay un texto titulado “Macron entierra en Brasil el pacto comercial UE-Mercosur”. El presidente de Francia llamó a “construir otro acuerdo comercial y que contemple la biodiversidad”. ¿“La “biodiversidad”? ¿Qué tiene que ver la “biodiversidad” en un acuerdo comercial? Pues, aquí está la excusa actual de Francia y otros países europeos para no firmar un acuerdo con los países del Mercosur. No cabe más que considerarla una excusa, y no de las mejores. Hace pocos días el senado francés también rechazó un acuerdo similar con Canadá, justamente uno de los países del mundo considerados más “limpios” y que menos contribuyen al deterioro ambiental y a la “biodiversidad”.

De manera que la razón verdadera es otra: los países del Mercosur son excelentes productores de aquello que más protegen los europeos, especialmente los franceses, pero también los polacos, los alemanes, los irlandeses: los productos de origen agropecuario, que son precisamente aquellos en que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay son más eficaces y competitivos. Eso es lo que verdaderamente les duele de realizar y poner en práctica un acuerdo con nosotros.

Es hora entonces de llamar a las cosas por su verdadero nombre: el motivo real es que los europeos no quieren aceptar las compras de aquellos productos con los cuales se pueden perjudicar sus agricultores, que, por otra parte, son muy ruidosos y hasta violentos como cuando llegaron a inundar de tractores los respetados Campos Elíseos de París.


(Publicado en revista Cargo Report de la AAACI)

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