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Inflación: del murmullo en la Bolsa al puñetazo del dato

Inflación: del murmullo en la Bolsa al puñetazo del dato

Sin un plan estabilizador, el aumento del costo de vida puede tranquilamente situarse en un 150% a lo largo de un año.


Por Lic. Nancy Villarruel, Economista.


Fue una trompada. Un cachetazo al ánimo, un tacle al bolsillo. El dato de inflación sorprendió (¿sorprendió?) a varios. Luego del 7,7% de marzo (el mercado esperaba entre 6,5% y 7%), abril tenía prácticamente asegurado un piso de 7%. Los relevamientos preliminares definían un rango entre 7% y 8%, con un promedio en alrededor de 7,6%. El REM que elabora el BCRA ubicó el valor en 7,5%. Las subas que se registraron en la segunda quincena de abril empujaron las previsiones hasta 7,9% a 8,1%. Pero sólo los analistas más agoreros se animaban a esos guarismos. En voz muy baja repetían una proyección del 125-130% para todo 2023.

En las operaciones del viernes en el mercado se empezó a palpitar el número final. A mediados de la rueda comenzó a subir el Rofex. Eso muestra presiones sobre tasas. Finalmente, a las 16 horas el 8,4% nos dejó helados, paralizados. No hace falta aclarar que los argentinos no desconocemos la dinámica de los precios. Padecemos diariamente el suplicio de ver cómo se escurren los papelitos pintados que tenemos en la billetera y que cada vez alcanzan para menos bienes y servicios.

Lo fatídico es saber que, con la escalada de los dólares financieros de los últimos días de abril, habrá un efecto en los precios que se verán recién en mayo. Eso le pone un piso de 8,5%, siendo optimistas. Aún restan los ajustes de tarifas y la suba de combustibles. A 13 días de mayo me animo a vaticinar un piso de 9%, lo que configuraría el cuarto pico inflacionario de este régimen de alta nominalidad en el que entró Argentina en marzo 2022.

El viernes pasado escuchamos al economista Guido Sandleris, asesor de la Bolsa de Córdoba, que aún antes de darse a conocer el 8,4% de abril dejó trascender que espera una inflación de 9,4% para mayo. Hubo murmullos. Pero un par de horas después ya no sonó tan descabellado. De confirmarse, será uno de los registros mensuales más altos desde la crisis de 2001-2002. Y la inflación para todo 2023 podría coquetear con el 150%.

Un día antes, en el Pre congreso del IAEF en Córdoba, ni Martín Llaryora ni Osvaldo Giordano pudieron eludir que la macroeconomía hace agua por todas partes. Reconocieron que hace falta un plan estabilizador y que la situación no puede sostenerse.

Hemos entrado en una vorágine, en una espiral que nos está llevando puestos, nos llena de incertidumbre, de desasosiego, nos dificulta planificar, nos quita el descanso. Estoy segura que los lectores están asintiendo con la cabeza.

Compartimos la desazón de no poder cumplir los pagos previstos, haber dejado consumos de lado, haber sacrificado “gustitos” y salidas. Y aún así no alcanza. Y no, no es una inflación psicológica. No es culpa del pequeño comerciante. Es la reticencia a reconocer los errores. Es la displicencia en el gasto. Es la inobservancia del bienestar de los ciudadanos. Es el resultado de no haberse presentado nunca a la “guerra a la inflación”. Procrastinaron. Stay tunned!

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