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Milei, al filo de la navaja, no distingue gobierno de gobernabilidad

Milei, al filo de la navaja, no distingue gobierno de gobernabilidad

Walter Giannoni
Periodista | leer más notas

Javier Milei decide al filo de la navaja. Es un riesgo inconmensurable. Ya lo hemos señalado aquí. Hay opiniones de politólogos muy experimentados en procesos políticos del mundo, no solo en la Argentina, que acunan esta frase: los balotajes generan gobiernos, no gobernabilidad. El mandato de Milei tiene límites muy marcados y conocidos. Su espacio es minoría en el Congreso, una minoría muy minoritaria, valga la acentuación. Y encima, esa minoría desconoce el orden y la congruencia, según se ha visto esta semana. Es un alocado cabaret. 

La represión de la controvertida marcha de jubilados y barras auscultó niveles de violencia incómodos para cualquier persona que en su buena fe quiera apoyar la dirección económica y las reformas políticas. Un uniformado apuntó y disparó su cartucho contra un fotógrafo y, si es que tiene alguna formación en materia de seguridad, obtuvo lo que buscaba: le partió la cabeza. Pero trascartón, luego de semejante episodio, Milei respaldó lo actuado y también a la ministra Bullrich. No medió análisis alguno, búsqueda de responsables, nada.

Juega con fuego, nunca mejor dicho, como jugó con fuego en Davos al lanzar sus teorías sobre el mundo LGBT o cuando creyó que un Tweet apoyando el lanzamiento cripto de unos bucaneros era solo una actitud cándida de alguien que quiere apoyar las nuevas formas de ahorro y enriquecimiento que devienen de la modernidad tecnológica.

Milei debería estar agradecido de esta sociedad en lugar de someterla a este estrés permanente que lo está precipitando en las encuestas. La gente se bancó muda un ajuste como el que conocemos quizás desahuciada porque el kirchnerismo no tiene más nada para ofrecer, como era lógico y advertido a lo largo de años. Pero, además, la andanada del presidente y su entorno más cercano, le complica la vida a cualquier gobernador o intendente que quiera apoyar el espacio (de los mil modos que existen en política para eso, por acción o por omisión) de cara a las próximas elecciones legislativas previstas para el 17 de agosto, según dispuso la Justicia Electoral.

Los balotajes generan gobiernos, no gobernabilidad. Una cadena de desaciertos puede resquebrajar el funcionamiento de esa fórmula. Máxime cuando el tanque de combustible de la estabilidad de gestión –que son los dólares constantes y sonantes guardados en el Banco Central– se muestra en la fase amarilla del marcador.

El de Milei es un gobierno. Construir gobernabilidad es otra cosa, no solo acertar con la inflación un par de milésimas más abajo o más arriba.

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