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Muchachos, la aduana no existe más

No pocos historiadores sostienen que una nación es una nación recién cuando cuenta con una estructura aduanera. La importancia de las aduanas fue descripta con suficiencia, en particular a partir de la creación en España de un organismo de contralor del comercio con las Indias, un par de años después de que Colón desembarcara por acá.

En el virreinato, esa estructura se consolidó, lo que permitió a Buenos Aires comerciar con otros virreinatos, hasta que, con la independencia, la más antigua de las instituciones argentinas adquirió un formato nacional.

Esa aduana también contribuyó con fuerza a la unión del país, dado que –en teoría– terminó con las “aduanas interiores”. Sólo hablemos de teoría, porque habría que analizar en detalle la aparición de numerosos impuestos locales que, claramente, no debieran existir.

Pero, volviendo al nudo, por imperio del modelo económico y también de la caída de los precios de las commodities , esa aduana, muchachos, ya casi no existe.

No es que hayan cerrado las oficinas, sino que el comercio exterior argentino está reducido a una mínima e insignificante expresión.

Veamos. Según datos del Indec, en los primeros seis meses de este año la Argentina exportó un 18 por ciento menos e importó un 13 por ciento por debajo de igual período del año pasado. ¿Esto es bueno o es malo? Cuando se mira el saldo de las cuentas, favorable en 1.232 millones de dólares, la conclusión es clara: en medio año, el país consiguió una cifra exigua de intercambio, con las consabidas consecuencias para las reservas del Central.

Los motivos de la debacle están a la vista. El Gobierno atribuye una parte del problema al derrumbe de los precios de las commodities , como la soja. Pero no cuentan en esa lista factores como la “bestial pérdida de competitividad”, al decir de un empresario local, que podó las exportaciones de las industrias Pyme, y el freno aplicado con los famosos ROE a productos agropecuarios.

Por el lado de la importación, se entró en un terreno crítico. Las aprobaciones están en su mínima expresión y las perspectivas, a estar por las reservas disponibles, van a una baja mayor. Sólo quedaron a salvo algunas importaciones chinas dirigidas a obra pública, que sostienen la estadística.

Así y todo, los funcionarios se contentan con asegurar que la recaudación de impuestos al comercio exterior fue récord en julio. El mayor aporte provino de la aceleración estacional de la liquidación de las exportaciones de soja.

Curiosidad: de no existir el denostado poroto, en la aduana habría menos trabajo que nunca.

fuente: La Voz del Interior

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