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Nuevos parches, problemas viejos y ninguna solución

Nuevos parches, problemas viejos y ninguna solución

Por Lic. Nancy Villarruel, Economista.


Mientras las reservas se escurren, el Gobierno no encuentra ideas frescas, renovadoras, disruptivas. Sólo atina a pedir que el FMI recalibre las metas. Pero sobreviene una sequía peor de lo que anticipaban los pronósticos más sombríos. Y vuelven a echar mano de una vieja artimaña: otro “dólar soja”, esta vez disfrazado de “dólar agro” porque queda poco de la campaña 2022 y la 2023 se retrasó. Además, lo hacen extensivo a más productos; y hasta establecen sanciones para quienes no exporten dentro del plazo.

Denham, Smith, Ricardo y Walras estarían al borde del desquicio aunque no sentirían vergüenza profesional porque, ya saben, él es abogado. Tal vez ese sea el quid. El origen y la permanencia de nuestros problemas exigen conocimientos, pericia, experiencia, además de firmeza y seniority. Sin embargo, se están atacando problemas que venimos arrastrando desde hace tiempo con medidas que ya han sido probadas y que sólo han logrado profundizarlos y volverlos más visibles. El primer dólar soja fijaba un valor de $200 para el productor. El de diciembre fue de $230. Abril será de $300. El valor del dólar al productor va subiendo en cada nuevo programa, pero los montos y el interés van en sentido contrario. La principal razón es que cada vez queda menos por liquidar, pero también porque la señal que da el Gobierno es que siempre vendrá otro dólar con un valor superior al anterior, así que mientras el productor pueda aguantar los costos va a priorizar mayores ingresos futuros.

Las divisas que el Gobierno va consiguiendo los dilapida con canillas que no cierran: turismo, importaciones y algo de ahorro. Cada nuevo programa surge cuando las reservas netas se aproximan a cero. Y en lo que media entre una y otra medida, los dólares conseguidos se escurren como agua. En el transcurso, se produce el desgaste de paciencia, imagen, contactos, producción, comercio…

Aunque a muchos les duela reconocerlo, la única razón por la que Argentina aún no ha declarado abiertamente la bancarrota es porque el acreedor que más mala prensa tiene fronteras adentro nos sigue haciendo el aguante. El Fondo es quien sigue corriendo el arco de las metas para que el programa siga adelante, es quien nos presta para que le paguemos y evitemos el default. Como acreedor hace un papel paupérrimo, pero como prestamista de última instancia es omnipresente en nuestra historia de “embaucadores y defaulteadores seriales”. De conseguir entregar el mando en paz, Alberto Fernández debería rendirle unas sentidas palabras de agradecimiento al FMI. Sin embargo, no está claro quién de los dos estará más emocionado ese día. Stay tunned!

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