¿Se suspende la ola importadora?: el lobby de empresarios pone un límite a la vocación aperturista del Gobierno
El discurso oficial de hoy se difernecia del que regía hace unos meses. Mientras que en la primera etapa se amanazaba con el ingreso masivo de productos del exterior, ahora hay cámaras que aseguran haber logrado imponer cupos a la competencia. El “fantasma” del desempleo, clave.
Son horas de extrema sensibilidad las que se viven dentro del propio Gobierno en torno a dos temas tan cruciales como la política industrial y la administración de las importaciones.
Aún estando frescos los crudos datos de la pobreza en la Argentina y mientras continúa la pelea por la recomposición salarial, el macrismo debió digerir otro mal trago.
Según el último dato de actividad industrial difundido por el INDEC, en septiembre se produjo una fuerte caída interanual del 7,3%, el segundo peor registro del año.
En este contexto, bastó que desde Nueva York el ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, hablara en tono críptico y con pocas precisiones sobre una posible baja de aranceles para la entrada de celulares y televisores para que estalle una crisis.
Las empresas tecnológicas se pusieron en guardia: hacía apenas un mes habían recibido otra información de boca del propio ministro de Producción, Francisco Cabrera.
El Gobierno había decidido –a partir de 2017- anular los aranceles de importación para las notebooks y computadoras de escritorio con el fin de abaratar esta tecnología.
Pero, como parte de la reconversión industrial, les garantizó a las empresas radicadas en el sur del país que podían enfocarse en la producción de otros tres artículos: celulares, televisores y equipos de aire acondicionado.
Por eso, este mensaje que supuestamente había enviado Aguad desde Estados Unidos provocó un temblor en los despachos de las principales empresas de tecnología de la Argentina.
Cambia el discurso
Horas después llegó la rectificación del ministro: no está en estudio del macrismo la posibilidad de abrir indiscriminadamente las importaciones de televisores y celulares.
Pese al clima de calma que quiso transmitir el funcionario, lo cierto es que quedó flotando en el ambiente un clima “espeso” y de gran incertidumbre.
Los rumores y desmentidas reavivaron el debate sobre los problemas que tiene el Gobierno para definir claramente su política industrial y sobre los límites que está encontrando para que las importaciones se rijan por el libre juego de oferta y demanda, como proponía al principio.
La anulación de los aranceles para el rubro informático –que pasarán del 35% actual al 0%- contrasta con el compromiso de “topear” importaciones que aseguran haber recibido otros sectores de parte del propio Gobierno.
Por estos días, cobró vida una suerte de “pacto” verbal y no escrito entre el macrismo y los rubros más sensibles, en pos de garantizarles una transición más suave hasta que se recuperen dos indicadores clave: consumo y actividad industrial.
Diversos referentes del sector textil y de línea blanca reconocen que ya cuentan con la garantía oficial de que habrá un mayor control de la competencia importada.
Otras entidades industriales –como la que nuclea a los fabricantes de calzados- directamente salieron a hablar de la implementación de un “cupo” que limitará la entrada de productos del exterior. Una medida controvertida, dado que la Organización Mundial del Comercio (OMC) no permite este tipo de topes.
Desde la cartera que conduce Francisco Cabrera prefieren no referirse a estas negociaciones. Pero sí reconocen que están al tanto de los sobresaltos que atraviesan algunas ramas de actividad.
“Hablamos con todos los sectores que tienen una sensibilidad particular frente a las importaciones y trabajamos para estabilizar su situación y mejorar sus condiciones”, indican desde Producción.
Por cierto, se trata de un importante cambio de discurso del macrismo: a comienzos de año, el mensaje que se enviaba al sector industrial era mucho menos contemplativo.
Hace unos meses, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, les había puesto un ultimátum a los empresarios para que se “entrenen” y trabajen en la productividad porque en un plazo de cinco años iban a tener que “competir con el mundo”.
En esa línea discursiva pueden incluirse las advertencias del propio Macri, quien en el arranque del año solía apelar al “fantasma” de las importaciones como forma de adiestrar a la inflación y a los empresarios que aumentaban mucho los precios.
“Durante el primer semestre, el Gobierno envió señales equivocadas. Fue problemático, porque cuando el canal comercial vio que se le soltaba la mano al plan de sustitución de importaciones, entonces empezaron a dejar de lado a la industria nacional”, es el diagnóstico de Ariel Schale, director ejecutivo de la Fundación ProTejer.
“Ahora vemos un cambio de mirada. Los funcionarios están haciendo una lectura correcta sobre los flujos de entrada de bienes y sobre el nivel de actividad. Hay una intención de administrar mejor el comercio”, agrega, en diálogo con iProfesional.
El temor al fantasma del desempleo
El hecho de que el discurso “pro industria” gane terreno en la agenda oficial contrasta con los utlimátum que antes lanzaba Prat Gay o con las amenazas de mayores importaciones para controlar precios.
Según explica un referente de la industria textil a este medio, la decisión de monitorear más de cerca la competencia del exterior se emparenta con la llegada de las elecciones legislativas.
“En la primera mitad del año ganó terreno la línea aperturista, que pregonaba que más importaciones iban a ser garantía de menor inflación. Pero esto terminó siendo un fracaso: se importó más y los precios no se desaceleraron”, afirma el directivo de una de las mayores firmas textiles del país.
“Ahora la crisis de empleo y la caída del consumo provocaron un cambio en la mirada oficial, que se nota más enfocada en los costos sociales, que ha ido cobrando fuerza a medida que nos acercamos al inicio del 2017, un año de elecciones”, apunta.
En este contexto, la razón por la cual hay una decidión de liberar el mercado informático pero no el textil, el del calzado o el del juguete, está emparentada con los costos y beneficios.
En el caso de las notebooks y computadoras, el macrismo dejó en claro su obsesión por dotar a la economía de mayor competitividad. Y considera a los bienes informáticos como un engranaje clave dentro de ese plan.
¿El efecto colateral?: Se pondrían en riesgo unos 5.000 empleos directos. Sin embargo, la visión oficial es que parte de esos puestos pueden “reconvertirse”, minimizando así el impacto.
En cambio, el tratamiento diferencial que están recibiendo otros sectores responde al mayor peso que tienen en el mercado laboral:
-La industria textil, según ProTejer, genera 450.000 empleos directos en la Argentina.
-La del calzado, de acuerdo con la cámara, ocupa a 85.000 personas de manera permanente.
Sectores sensibles, más cuidados
Los industriales afirman que el kirchnerismo había dejado como “herencia” unos 100.000 pedidos de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) sin aprobar.
Y que apenas llegó el macrismo se le dio vía libre a esa catarata de permisos sin ningún tipo de monitoreo previo.
“Las DJAI se firmaron a un ritmo no conveniente. Incluso hubo importadores que, como durante la gestión kirchnerista no les salían estas solicitudes, repetían el mismo pedido varias veces. Después llegó la nueva administración y aprobó todo ese cúmulo, lo que terminó afectando a la industria”, señala a este medio Marco Meloni, vicepresidente de ProTejer.
Las DJAI se extendieron hasta junio. Pero al mes siguiente comenzaron a operar las Licencias No Automáticas. Ahora sí los industriales observan un cambio en el nivel de ingresos.
Según un informe de ProTejer, de las 176.000 toneladas de textiles que ingresaron al país en lo que va del año, casi 90% entraron entre enero y junio. Luego, se dio una importante desaceleración.
“Hemos hablado con las autoridades nacionales y vemos un mayor cuidado en la aprobación de las Licencias”, afirma Meloni.
Desde el sector textil, Mariano Kestelboim es otro referente que también marca el cambio de visión dentro de la gestión macrista: “Cometieron un grave error al haber aprobado todas las DJAI, muchas de las cuales se habían solicitado por cuadruplicado. Pero ahora vemos que la administración de las importaciones está siendo mucho más prolija”, añade.
En línea blanca también hubo conversaciones concretas: según confía el directivo de la principal cámara sectorial, se llegó a un “pacto” para evitar que la industria nacional siguiera perdiendo terreno.
“Tenemos un acuerdo verbal. Nos transmitieron el mensaje de que, a partir de ahora, las industrias de heladeras y lavarropas vamos a estar más custodiadas. No nos dieron cifras concretas, pero estamos satisfechos con esa promesa”, afirma el empresario.
Según el Observatorio de Importaciones del Gobierno de Santa Fe, hasta julio habían ingresado al país heladeras a un ritmo de 11.000 unidades mensuales. Sin embargo, entre agosto y octubre, el promedio pasó a ser de 6.500 unidades, una contracción del 40%.
Desde el propio Ministerio de Producción admiten que “en casos como heladeras hubo un impacto sobre la producción argentina” por el crecimiento de la competencia que llegó del exterior.
Sin embargo, aclaran que “esto se corrigió” y que “cuando termine el año no vamos a tener importaciones superiores a las que hemos tenido tradicionalmente”.
Calzados: “topeo” polémico
De todos los sectores sensibles, el acuerdo más controvertido es el que alcanzó la industria del calzado.
El titular de la cámara que aglutina a las empresas del sector, Alberto Sellaro, confirmó que el macrismo les garantizó establecer un cupo de importaciones para evitar que la industria nacional siga perdiendo terreno.
Según explica el directivo a iProfesional, hubo “un acuerdo de partes” por el cual el Gobierno se comprometió a limitar la competencia importada a “24 millones de pares este año y una cantidad similar para el 2017”.
Dado que el año anterior habían entrado al país 22,7 millones de pares, esto implica que las importaciones no podrán superar el 5% en 2016. En tanto que, para el año próximo, la tasa de variación directamente sería del 0%.
Según Sellaro, el acuerdo “es una decisión inteligente, porque una apertura libre y sin control implicaría que nos quedemos sin trabajo”.
Sin embargo, para algunos analistas se trata de una medida controvertida, que recuerda a las decisiones tomadas por Guillermo Moreno cuando era secretario de Comercio y controlaba milimétricamente todo lo que entraba al país.
“Hablar de un número específico de importaciones, como en este caso, que se dijo públicamente que no entrarán más de 24 millones de pares, es un acuerdo que sin dudas va a generar protestas desde otros países”, explica Miguel Ponce, experto en comercio exterior, quien afirma que la OMC no permite fijar cupos de manera unilateral.
Lo que también está quedando claro es que la industria nacional está comprobando en carne propia los efectos de una reedición del atraso cambiario.
No es algo nuevo en la Argentina: en épocas del kirchnerismo, cada vez que el dólar se fue abaratando, siempre se apeló a reforzar el “cerrojo” importador.
La no autorización de divisas por parte del BCRA o el “cajoneo” de las DJAI fueron algunas de las medidas que tomaba el entonces secretario Guillermo Moreno para frenar cualquier posible aluvión.
Ahora que “sobran dólares” -tal como plantea el economista Miguel Bein-, y que más consultoras advierten que el billete verde se irá atrasando aun más rente a la inflación, la competencia importada preocupa cada vez más a la industria nacional.
Los sectores sensibles hablan de “acuerdos verbales” que chocarían contra la normativa de la OMC. El Gobierno, en tanto, no los ratifica públicamente.
Sin embargo, el giro discursivo y las estadísticas que exhiben algunas ramas de actividad muestran que en Cambiemos hay un cambio.
Autor: Juan Diego Wasilevsky
Fuente: iprofesional.com