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Volvieron los bonos y los aplausos

Volvieron los bonos y los aplausos

Columna por Walter Giannoni.


La economía argentina ha entrado el terreno más resbaladizo que se le conozca desde por lo menos el inicio de la década. Si bien se mantiene cierto nivel de actividad motorizado por el exceso de pesos en el mercado, cada vez más inconsistencias abrazan su discurrir cotidiano. La profundización de los desequilibrios avanza sin pausa y obliga al Gobierno a analizar y a adoptar decisiones como las que hemos visto en estos días.

De pronto, por la necesidad de dar respuestas a las demandas que emergen de la alta inflación, han vuelto los aplausos, como en las mejores épocas del kirchnerismo en el poder, pero no por el anuncio de medidas estructurales sino de meros paliativos que ponen en carne viva las inconsistencias.

Por ejemplo, los aplausos sonaron cuando la titular del Anses anunció los bonos para los jubilados que se pagarán en diciembre, enero y febrero, con la promesa de Massa de que “algo más se verá” de cara a las fiestas de fin de año (también hubo un aplauso por esto). De este modo, como dijo el Defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, la política de actualización de los haberes previsionales queda totalmente distorsionada y una parte de los ingresos de las jubilaciones y pensiones pasa a revistar en la categoría de subsidios directos.

Durante su reaparición en un acto de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), CFK también sugirió que debería pagarse un bono a los empleados del sector privado para compensar la inflación. Otro fuerte aplauso tronó ante esa demanda que Massa no convalidó del todo pero tampoco descartó enfáticamente. Si a los acuerdos alcanzados en paritarias para los salarios formales, en algunos casos con recomposiciones de 110% se deberá agregar un bono aparte, ¿para qué están entonces las paritarias?

El anuncio del programa de Precios Justos, encabezado por el ministro de Economía, mereció asimismo aplausos aunque del primero al último de los presentes en ese acto debe intuir, sobre la base de la evidencia recogida en la economía argentina, que se trata sólo de un formalismo.

Limitar los precios en 1.600 artículos, si es que se cumple (dicho sea de paso, una cantidad mínima para cualquiera que conozca de ventas minoristas), es una especie de “bono” al consumidor cuando adquiere un producto en medio del proceso inflacionario para el cual hay pocas medidas de fondo en ejecución. Y ya se conoce, además, aquella regla de que los bienes cuando no ajustan por precio lo hacen por cantidad.

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